Mi primera preocupación se disipó en cuanto vi a los primeros miembros del Comité Técnico de Árbitros: la corbata. Toda la noche anterior estuve sopesando si ponérmela o no. Al final, mi vergüenza a las risas de mis compañeros de trabajo pudieron con la idea que tenía de cómo presentarme ante el presidente del CTA. Fui sin corbata. Y acerté. Uno está acostumbrado a ver a los árbitros en la tele, vestidos de corto o con corbata; fotos de federativos en actos públicos y no tan públicos; en fin, que supuse…
Nada, decidí. Sin corbata. Si me echaban de allí, por lo menos me llevaba una visita a los exteriores de la Ciudad del Fútbol de la RFEF, una conversación con los de seguridad de la entrada y un paseo por toda Las Rozas, carreteras aledañas incluidas, gracias a mi pericia para no conectar el navegador GPS cuando debía. Incluso pude atisbar, a través de unos ventanales, la planta baja del edificio que alberga el sancta sanctorum del arbitraje español. Poco era, desde luego, pues las oficinas están en la planta alta, pero ahí estaba.
Tras salir del ascensor, sonreí. Ya podían echarme, que tenía todo lo que quería: había llegado hasta allí sin problemas de tráfico, había conocido un nuevo pueblo y tenía ante mis ojos una oficina más bien funcional, que era el CTA porque allí me había dirigido, pero que también podría haber sido una empresa de importación-exportación, como se decía antes.
Estaba nervioso, no voy a negarlo. Mis comentarios sobre el CTA en este blog no han sido todo lo benévolos que ellos querrían, ni todo lo maliciosos que se pueden leer en otros sitios, también es verdad, pero cuando el secretario general me recibió con una sonrisa y me enseñó todo aquello, volví a ponerme las gafas. Sí, me las había quitado. Nunca se sabe qué me podía pasar y no está la economía como para ir tirando pares de gafas así como así.
La visita empezó en la sala de juntas, donde junto al televisor de pantalla plana en el que los miembros del comité ven a sus árbitros, me encontré con una maravillosa colección de fotos de nuestros árbitros internacionales. Allí estaban Mateu, Clos, Burrull, pero también García Fernández, Escartín Morán o González Echeverría. Me imagino que os dará risa leer esto, pero por fin pude ponerle cara a muchos nombres con los que convivo desde hace años.
Y así, entre saludos y presentaciones a vocales del comité, asesores jurídicos y el escaso personal que quedaba en el comité, además de un vistazo rápido al sillón desde el que Pedro Galán dirige a nuestros árbitros de fútbol sala o el lugar donde Manuel Díaz Vega se inventa una nueva prueba física con la que castigar a sus chicos, llegamos a La Puerta. Ahora mismo la recuerdo roja, con una pequeña placa de plástico donde dice Presidencia, pero no lo puedo asegurar, porque la duda sobre la corbata me volvió a asaltar.
Lo primero que hice cuando entré en el despacho de don Victoriano Sánchez Arminio fue mirar hacia la esquina opuesta y cerrar los ojos. Allí estaba, tras su mesa, la maldita corbata. Por suerte, siguiendo el consejo de mi mujer, acudí a la cita con americana. De pana, eso sí, que da una imagen mucho más intelectual. No lo puedo describir muy bien, pero haceos una idea: yo, mi americana de pana, mis gafas, mi cuaderno de rayas, un portaminas y varios folios llenos de preguntas para lo que se suponía que iba a ser la entrevista de mi vida.
De mi vida, fue, desde luego, aunque tengo serias dudas sobre lo de entrevista. Fijaos como sería, que es imposible que la transcriba en modo pregunta/respuesta. Así que, simplemente, os contaré lo que ocurrió en aquel despacho del Comité Técnico de Árbitros, donde Victoriano Sánchez Arminio desplegó toda su experiencia como comercial, allá por su tierra hace tantos años, para engatusarme y tejer una tela de araña a mi alrededor. Ya os habréis empezado a reír, pero a mí no me hizo tanta gracia. Joder, que le compré la enciclopedia y me dejé la mitad de preguntas sin hacerle. Y eso es poco profesional, ¿verdad?
A partir de ahora mezclaré mis impresiones, mis supuestas preguntas y sus respuestas, sin orden ni concierto. Saltaremos de un tema a otro, volveremos a algo anterior y dejaremos algún asunto inconcluso, porque así son las charlas, que no las entrevistas. Por cierto, para los malpensados, solo aquello entrecomillado podréis achacárselo al presidente: son sus palabras y así quedarán escritas. Todo lo demás es culpa mía.
Tras sentarme, sacar mis bártulos de plumilla advenedizo y echar un vistazo alrededor, empecé con la pregunta obvia en un martes post-clásico.
“Muy bien, muy bien”.
Si había esperado que el presidente me hiciera una lista con los errores de Fernández Borbalán, puedo seguir esperando.
“Hizo un arbitraje muy bueno”.
Lo intenté un poco más.
“Sí, es verdad, pudo fallar en alguna jugada, pero la impresión general fue muy buena. Supo estar en su sitio. ¿Fallos? ¿Por qué siempre nos quedamos con los fallos? A mí no me importa la crítica. Incluso me gusta si es constructiva, pero también me gustaría que se resaltaran los aciertos del árbitro. Nadie habla de los aciertos. Por eso me vi obligado el domingo a hablar en la prensa, para decir lo que nadie había dicho, que Fernández Borbalán estuvo muy bien en el clásico”.
Le pregunto por un supuesto fuera de juego en el segundo gol del Barça, que parece que es lo que está llenando en las últimas horas las pantallas de los ordenadores.
“¿Fuera de juego? El que conoce la regla, la nueva regla, no puede hablar de fuera de juego. No podemos estar siempre detrás del árbitro. A ver dónde falla, a ver qué se le ha olvidado. Pero si a veces ni siquiera se ponen de acuerdo los periodistas tras ver la jugada varias veces en televisión”.
Al presidente se le nota cabreado con este tema. No entiende la presión a la que el ‘entorno’ somete a los árbitros. Bueno, o sí la entiende, y eso es mucho peor.
“Es que ni siquiera contrastan las informaciones. Escriben o dicen lo que quieren sin comprobar si están en lo cierto o no. Aunque es normal, porque cada vez hay menos información deportiva”.
¿Demasiada opinión?, le pregunto.
“Sin duda, ahora todo es opinión. Pero una opinión de aficionado, de seguidor de un equipo, en la que es más fácil atacar al árbitro que hacer autocrítica”.
Aquí dice algo sobre lo que ya ha hablado en otras ocasiones.
“Fíjate en que el árbitro es el único participante en el fútbol que no tiene afición, nadie le apoya y nadie quiere comprender cuál es su labor”.
Pero don Victoriano, algún hilo tendrán con los medios, ¿no? Ante alguna campaña concreta contra algún árbitro, podrán hablar con ellos y explicar su postura.
“No, no tenemos ninguna relación con ningún medio. Si acuden a nosotros, les atendemos; pero no somos nosotros los que vamos a hablar con ellos”.
No seré yo quien defienda a los periodistas deportivos españoles, pero pongo en duda que todos sean tan malos, a ver por dónde sale el presidente.
“Hombre, todos malos no son. Hasta que nos dejó, mi relación con mi paisano [Juan Manuel Gozalo] era muy buena. No siempre estábamos de acuerdo, pero se podía hablar con él y siempre escuchaba. Luego decía lo que quería, pero se preocupaba de preguntarnos nuestra opinión”.
¿De las nuevas generaciones?
“Ramón Fuentes y Miguel Ángel Álvaro son dos periodistas que me gustan. Cuando escriben de nosotros lo hacen con respeto, aunque tengan que criticarnos”.
Isaac Fouto, me atrevo a añadir yo, metiéndome por medio de su discurso.
“Claro, claro, otro igual. Pero son muy pocos, entre todos los demás”.
El presidente da esta batalla por perdida. Los medios son lo que son y hacen lo que hacen. Y por mucho que lo intenten los árbitros, no van a cambiar. Le recuerdo al presidente por la prohibición de hablar que tienen los árbitros y si eso no les está perjudicando.
“En absoluto. A lo de la prohibición y a lo de que les perjudique. Los árbitros pueden hablar cuando quieran, siempre que no sea de cuestiones técnicas”.
Por cuestiones técnicas entiendo jugadas concretas, pero le recuerdo al presidente que ese ‘pueden hablar’ implica que hay algo detrás, que alguien vigila lo que dicen.
“No, no. Verás, la prohibición de hablar, si quieres llamarlo así, vino de ellos. En una reunión me dijeron ‘Presi, queremos que saques una circular con esto y con esto’. Y me pareció bien. Salió de ellos. Se dieron cuenta de que los medios solo les quieren para crear más polémica, que solo quieren hablar de lo negativo y de que sus declaraciones les perjudican más de lo que les favorecen. Esa era mi idea anterior, pero esta vez fueron ellos los que se autoimpusieron el silencio”.
Vaya, pensé, los árbitros discuten entre ellos y plantean cosas al presidente.
“Sí, hombre, sí. En las reuniones me gusta mucho que hablen, que opinen. Estos árbitros están muy preparados, como árbitros y como personas, y entre todos surgen buenas ideas”.
Hablando de la prensa no puedo obviar un tema que ya cansará a los que leéis habitualmente le blog: los comentaristas arbitrales.
“No hay peor cuña que la de la propia madera”.
Ahí alzo las cejas, porque no es normal tirar piedras contra el propio tejado, aunque sean expiedras o extejados.
“Por lo general están muy desfasados. No conocen a fondo las nuevas normas. Pueden habérselas leído, pero no han estado en nuestras reuniones donde las analizamos, las estudiamos y decidimos unificar una solución a cada jugada. Algunos comentan con reglamentos y actitudes de hace muchos años. Hace poco oí algo a un exárbitro… Pero, por favor, si eso hace años que no está en vigor”.
Por ahora la entrevista va bien, me está diciendo lo que yo quiero oír, o sea que todos contentos.
Le comento medio en broma que antes de ir a verle, pregunté a varios árbitros sobre Victoriano y que había dos frentes: los que le tachan de ‘padre’ y los que lo hacen de ‘padrazo’. ¿Cómo se consigue eso siendo el tipo que decide quién sigue arbitrando y quién no? Me oye, medio sonríe y hace un gesto como de no saber por qué lo dicen.
“Quizá porque soy así, quiero ser como un padre para ellos. Les mimo, les mimo y les castigo. Les digo todo lo que tengo que decirles; si hay que darles un palmadita en la espalda, se la doy; si tengo que salir en la prensa a defenderles, lo hago. Y cuando les llamo y les digo ‘vas a estar un mes en el banquillo’, también lo hago. Y les explico por qué. Y ellos pueden estar de acuerdo o no, pero entienden por qué lo hago. Yo les mimo, pero con rectitud. Siempre busco lo mejor para la persona y me gusta discutir con ellos”.
Ya sé que es poco creíble, por el timing, pero ocurrió tal como lo cuento: mientras defendía su papel de ‘padre’, recibió una llamada y tuvo la amabilidad de dejar puesto el altavoz para que yo la oyera. Era de un árbitro que tras mucho tiempo lesionado, con operaciones incluidas, había conseguido entrenar sin sentir ningún dolor. Debo añadir que al árbitro se le oía muy emocionado.
“Me alegro mucho, mucho. Tú ahora tranquilo, ¿me entiendes? No pienses en nada, ni en temporada ni en nada. Solo piensa en entrenar tranquilo, poco a poco. Tú temporada ya está hecha. Lo que quiero es que cuando vuelvas estés al 100% y sin dolores. Si arbitras este año, mucho mejor, pero ve poco a poco, sin prisas. Sabes que estoy aquí cuando lo necesites, así que no pienses en nada más”.
Ahí terminó la conversación. El árbitro volvió a compartir su alegría con el presidente, este volvió a tranquilizarle una vez más, se felicitaron las próximas fiestas navideñas y yo comprendí perfectamente eso de ‘padre’. Lo de ‘padrazo’ no, porque no le cantó lo de ‘sana, sana, culito de rana’, pero quizá porque no le tenía a mano, que si no…
“¿Ves? Esto es lo que te decía, yo soy así. Me preocupo mucho por mis chicos. Eso sí, cuando hay que dejarlos en el banquillo, soy el primero en llamarles. Y en explicárselo”.
Sí, eso parece, le digo, pero ante el comité de competición o de apelación no les defiende tanto.
“Ay, los comités. Qué difícil nos lo ponen. ¿Que no les defiendo? Solo el presidente de la RFEF sabe la de veces que le he pedido que haga algo. Esto no puede seguir así. No puede ser que nos hagan esto”.
¿Que les dejen con el culo al aire?
“Exacto, eso es. ¡Es que hasta nos están pidiendo que hagamos valoraciones en las actas! Eso está prohibido, pero nos lo piden. Quieren que además de decir qué ha pasado digamos por qué ha pasado. Eso es su trabajo. Que lo hagan ellos. Que recurran a la televisión, a los vídeos, pero nosotros no podemos estar valorando cada jugada. Suficiente tenemos con verlas”.
El presidente se está refiriendo, sin duda, al tema tan actual de la quinta amarilla.
“El árbitro solo puede amonestar al jugador si considera que debe hacerlo. Luego debe ser el comité el que decida si ese jugador ha provocado la tarjeta o no. Ellos son los que saben de leyes”.
¿Y qué se puede hacer ante eso?
“Lo único que le pido al presidente de la RFEF es que los comités sancionen pensando en el fútbol, pero no solo en el fútbol profesional, sino en todo el fútbol. El fútbol base, el de niños, cada vez lo tiene más difícil por culpa de muchas de sus sanciones. Los árbitros de fútbol base cada vez se quejan más de que los jugadores imitan demasiado a sus ídolos y como el comité no actúa contra ellos, los pequeños se ven legitimados en sus actitudes. Esto tiene que cambiar, aunque no sé si lo conseguiremos. Por ejemplo, el tema de los codazos. Se está pasando de un fútbol de patadas a un fútbol de codazos, quizá porque los árbitros ya controlan muy bien lo que ocurre de cintura para abajo. Por eso ahora utilizan más los brazos. Los árbitros saben cuándo hay que amonestar y cuándo hay que expulsar, pero si luego llega el comité y rebaja las tarjetas… Ahí ya no podemos hacer nada, salvo quejarnos. Y seguir viendo codazos”.
Veo que este tema calienta al presidente y tampoco es mi intención cabrear a quien tan bien me ha recibido en su casa, así que cambio el tercio. Aprovechando que ha hablado del fútbol base y de sus árbitros, le pregunto por esos árbitros jóvenes que quieren llegar arriba. ¿Qué necesitan?
“Ante todo ser buenas personas”.
Esto es lo último que me esperaba. Después de leer tanto sobre psicología arbitral, control de partidos, forma física… Le pido una explicación.
“Si no estás formado como persona, no puedes ser buen árbitro. Por supuesto, necesitamos árbitros muy bien preparados físicamente, porque el fútbol actual así nos lo pide. Deben conocer el reglamento al dedillo, todas sus leyes y todas sus trampas. Pero, para mí, lo importante es la persona. ¿Cómo se comporta como árbitro? Se sabe las reglas, ¿pero tiene la inteligencia de saber aplicarlas a ese partido en concreto? ¿Sabe lo que tiene que hacer y no hacer dentro y fuera del campo? Además, algo que me parece importantísimo en un árbitro: que sea valiente. Yo la valentía la valoro mucho”.
¿Pero a qué se refiere en concreto?
“Los árbitros jóvenes tienen que entender que cuando van por ahí no son árbitros. Son representantes de un colectivo y que lo que ellos hagan puede repercutir en todos los demás. Si un árbitro llega desaseado a un partido, eso influye en la imagen que la gente tiene de los árbitros en general. Si un árbitro sale todos los días de fiesta, o se le ve borracho por su pueblo, la gente no está viendo a un señor borracho, está viendo a un árbitro borracho y de ahí a pensar que todos son iguales va muy poco”.
¿De ahí tanta atención a la estética arbitral, a los protocolos para sacar tarjetas o mover la bandera?
“Claro, claro. Yo lo que quiero es que todos actúen de la misma forma, empezando por abajo. Así, cuando salen fuera de España, que todos puedan decir ‘este viene de España, ¿ves cómo hace esto o lo otro?’”.
Entiendo al presidente, pero le recuerdo que por la tele solemos ver a árbitros de élite con anillos o cadenas al cuello, asistentes que pasan la bandera por encima de su cabeza o que corren con la bandera en la mano cambiada… Me interrumpe.
“Pero no creo que tu veas hacer eso a los españoles. Aquí les inculcamos desde jóvenes unas maneras a la hora de arbitrar. Cuando llegan arriba llevan tantos años haciéndolo así, que no les supone ningún esfuerzo. Yo busco una uniformidad arbitral. ¿Qué es eso de llegar al campo con los auriculares puestos?”.
¿…?
“Sí, eso ha pasado y no me gusta nada. Puede parecer que me quiero meter en la vida de la gente, pero no. Solo quiero que un árbitro parezca un árbitro, no alguien más que va a un campo de fútbol. Si quieren respeto de los jugadores y de los aficionados, tienen que ganárselo en todas las facetas de la vida”.
Quizás a esto se refiere cuando habla de ‘ser buenas personas’. Tal vez es un concepto, como lo ve don Victoriano, un poco anticuado, pero es su concepto. A lo mejor tampoco pide tanto.
“Solo pido que cuando estés en los alrededores de un campo de fútbol, la gente te vea y pueda decir ‘ese tiene que ser el árbitro’”.
Visto así, quizá tenga razón. O quizá no, pero él es el que manda y lo quiere así. Y lo explica, que es lo importante. Intento que me cuente un poco más qué es lo que quiere.
“Quiero que los árbitros comprendan el espíritu de las Reglas del Juego y que las sepan aplicar en el campo, según cada circunstancia. La regla es una, pero el contexto de la jugada puede cambiar. Ahí es donde se ve quién es un buen árbitro: el que sabe adaptarse a cualquier circunstancia y actúa en consecuencia. Y si además acierta, llegará a lo más alto”.
El presidente me da pie a la siguiente pregunta, donde empiezo a pisar terreno resbaladizo. Ya que habla de llegar a lo más alto, le hablo de las quejas que hay por la base, de que no siempre suben los mejores, del enchufismo, de la cantidad de buenos árbitros que penan en 2.ª B…
“Aquí tenemos que diferenciar categorías. Yo solo tengo competencias desde 2.ª B hacia arriba. Lo que ocurra abajo puede gustarme o no, pero ahí no puedo meterme. Te puedo asegurar que en lo que a mí compete, siempre suben los mejores. O los que yo considero mejores. Bajar es otra historia, pero ascender, ascienden los mejores. Eso te lo digo con seguridad”.
Ya, pero a veces se habla de que si me tienen manía, de que si ese les cae mejor.
“El árbitro bueno siempre destaca. Tal vez no cuando él quiere o cree merecerlo, pero si alguien es buen árbitro va a ascender. Es cierto que en 2.ª B hay 120 colegiados y solo seis ascensos, como mucho, por lo que a veces se hace difícil decidir quién sube a 2.ª, pero ten claro que los que ascienden son igual de buenos o más que los que no lo hacen. En ese sentido estoy tranquilo. Puedo tener un criterio equivocado, pero soy consecuente con él y los árbitros lo saben. Si un árbitro destaca y lo hace varias temporadas, acabará subiendo. Lo primero que le dije al presidente de la RFEF cuando me ofreció este cargo es que conmigo, en los ascensos, no habría política. Subirían los mejores sin pensar en ninguna circunstancia externa. Y el presidente me apoyó”.
Una decisión difícil, sin duda. Como la que tiene que tomar el presidente cada julio, cuando decide quién sigue y quién no, quién sube y quién baja.
“En esos días no duermo. Con esto te lo digo todo. Es lo más duro de todo el año. Decidir quién baja y por qué. Lo importante es marcarme un criterio sobre cómo quiero que sea la plantilla de primera y ser consecuente, pese a quien pese. Es muy duro llamar a un árbitro y decirle que le vas a descender y que él te conteste ‘presi, si solo me queda un año’. ‘Lo sé, pero necesito tu plaza’. ‘Pero…’. ‘Lo siento, tú ya sé lo que me vas a dar en el año que te queda y lo que quiero ahora es probar a alguien nuevo a ver si me da algo distinto’”.
El presidente tiene una idea de cómo quiere que sea la plantilla y a ella se atiene.
“Pasa lo mismo con los internacionales. ¿Para qué quiero yo diez internacionales si luego UEFA y FIFA solo tiran de cuatro o cinco? ¿Qué hacen los demás? Pues les quito la escarapela y se la doy a un joven, que a lo mejor tiene más suerte. No es que sea mejor o peor, es que tiene más suerte. Para el Mundial solo tenemos a dos candidatos, y eso no lo quiero. Yo quiero más españoles con posibilidades de llegar a un Mundial. Y eso se hace cogiendo gente joven, con ganas”.
¿Entonces González González [que fue 10.º en la última clasificación] será internacional en enero?
“No”.
Otro alzamiento de cejas por mi parte.
“Pero lo puede ser en septiembre. El año que viene nos quedaremos con siete internacionales, al irse Iturralde, y lo que me gustaría es que tres jóvenes completaran la plantilla”.
Decido cambiar de tercio y hablar un poco del pasado. Don Victoriano llegó a la presidencia del CTA en 1993 y por ahí empiezo.
“Cuando llegué me encontré con una plantilla de 32 árbitros con una media de edad de 43 años. Eso había que cambiarlo”.
¿La plantilla, la edad?
“Todo. Yo llegué al CTA con unas ideas y fue duro ponerlas en práctica. Fíjate en que la mayoría de árbitros de primera habían sido compañeros míos hasta hacía cuatro años. Fue duro tener que decirles a algunos que tenían que dejarlo. Algunos árbitros fueron muy duros conmigo. Alguien me dio seis meses de vida en el puesto, porque las medidas iban a ser muy impopulares. Hubo otro que confiaba más en mí y me dio un año. Ya llevo 18, no me fue tan mal”.
Pero nada más llegar a este sillón, ¿qué fue lo primero que pensó hacer? ¿Qué fue lo prioritario para usted?
“La edad. La plantilla de entonces, con 43 años de media, era muy veterana. Lo primero que tenía que hacer era rebajar esa media. Y para eso tenía que decirle a alguno de mis compañeros más veteranos que ya había llegado su hora y apostar por gente joven, muy joven. De ahí salieron los Daudén, Mejuto, Megía, Iturralde, Carmona… Esa fue mi idea desde el principio. Piensa que si la plantilla es muy ‘vieja’, los jóvenes que vienen por atrás se estancan, no ven la forma de subir, porque no hay huecos. Y los veteranos se acomodan demasiado. Se dedican a cubrir el expediente. Hay que crear retos a todos: los jóvenes, que ven futuro, y los veteranos, que saben que en cualquier momento pueden descender”.
¿Y ahora cómo andamos?
“La media actual es de 39 años y bajando. Este año se retiran Iturralde y Turienzo, y como la edad media en 2.ª división es de 31 años, seguro que va a subir gente joven. La plantilla tiene que rejuvenecerse y solo se puede hacer así”.
Pero eso es difícil, con tan pocos árbitros en primera.
“Pues hay que intentarlo. La plantilla tiene que ser corta para que todos puedan arbitrar muchos partidos. Si un jugador juega poco, cuando lo hace no está en óptimas condiciones. A los árbitros les pasa igual. Cuando yo llegué, había árbitros que pitaban una vez al mes, incluso menos. Eso no es tolerable. Un árbitro así no está preparado cuando le llega la hora de saltar al campo. Quiero a los árbitros metidos cien por cien en la competición. Si por mí fuera, pitarían todas las semanas, aunque eso sería imposible. Creo que tal como está ahora estamos bien. Nos permite suplir a los que salen fuera de España, a los que se lesionan… Es un buen número”.
¿Y cómo ha cambiado el arbitraje español desde que usted fue nombrado presidente del CTA?
“Además de la edad y la longitud de la plantilla, que fueron mis ideas prioritarias, puse en marcha un proyecto que todavía continúa. Mi idea era profesionalizar el arbitraje. O el entorno del arbitraje, mejor dicho. Creé un equipo técnico con médico, preparador físico, director técnico, más reuniones anuales en buenas condiciones, hoteles, campos de entrenamiento…”.
Ah, esto está mejor, entramos en harina. El presidente sigue describiendo qué ha aportado él al arbitraje español en estos años.
“Hice algo que creo muy importante. Creé relaciones entre los comités territoriales y el CTA. Todos remamos en la misma dirección. Hombre, puede haber roces y rencillas, pero todos tienen claro qué quiere el CTA de los árbitros que vienen de abajo y que si no se atienen a esas pautas no tendrán representación en las categorías de arriba. Hace poco un presidente me acusaba de poner exámenes a 2.ª B para cargarse a la gente. No, eso sí que no. Yo querría que aprobaran los 55 que van al curso y que la presión de decidir recayera en mí, pero no es posible. Hay árbitros que suspenden y ahí no puedo hacer nada”.
Hablaba de relaciones con los comités, ¿cómo lo hizo?
“Se amplió la comunicación con ellos, les ofrecimos ayuda. Les empezamos a enviar material audiovisual, vídeos de FIFA, todo lo que podemos”.
Nos hemos desviado del tema, como tantas veces a lo largo de la tarde, pero pronto volvemos a donde lo dejamos.
“El CTA marca unas pautas. ‘Queremos que nos lleguen árbitros con estas características. ¿Tenéis alguno? Mandádnoslos y veremos si valen’”.
Con esas características, ¿se refiere a las que hemos hablado antes, buenas personas, valentía, forma física, conocimiento del espíritu de las Reglas?
“Por supuesto, todas esas. Y que sepan trabajar en equipo. A mí no me vale de nada un árbitro que va por libre. Puede ser muy bueno, pero si entre todos decidimos juzgar una jugada de un modo, no es normal que alguno se salga de la norma, eso no da una imagen seria del colectivo”.
¿Más cosas que querría destacar de estos 18 años como presidente?
“Los asistentes. He hecho mucho hincapié en mejorar la labor y la preparación de los asistentes. Hoy, y lo digo sin sonrojarme, tenemos los mejores asistentes del mundo. Tanto en su fiabilidad como en su uniformidad. Todo el mundo me lo reconoce. Los asistentes españoles fallan muy poco, juzgan bien jugadas muy difíciles y cumplen su labor de equipo”.
Ya se va haciendo tarde y tengo alguna pregunta más. Bueno, tengo muchas, pero creo que va a ser imposible poner todas encima de la mesa, así que empiezo por algo que me interesa: Medina Cantalejo.
“Luis Medina está haciendo una labor importantísima para mí. Está seleccionando a los árbitros del futuro. Antes te decía que subir solo suben los mejores y ver eso es fácil en primera, con 20 árbitros. Sin embargo, en 2.ª B, con 120, es mucho más complicado. Lo que ha hecho Medina es crear un grupo de trabajo, de ojeadores, podríamos decir, que controlan a todos los árbitros de la categoría. Según va avanzando la temporada van seleccionando a aquellos a los que ven con más futuro y les siguen a fondo. Hacia el final de temporada, cuando llega la época de los play-off, puede que tengan una lista con más de la mitad de la plantilla, a la que prestan más atención”.
¿Y este proyecto, por qué?
“Para mejorar el arbitraje y ayudar a los comités. El caso es tener controlados a los mejores, a los que algún día estarán en primera o serán internacionales”.
Eso lo entiendo, pero aquí me entra la duda de qué va a hacer Antonio Rubinos Pérez en el CTA. ¿De qué va eso del programa de Mentores y Talentos?
“El arbitraje profesional está bien, está controlado, podemos mejorar cosas, pero todo está encauzado. Ahora lo que me preocupa es el aficionado. Cuando llegan 55 árbitros al curso de Madrid [al de 2.ª B] y suspenden tanto, o ascienden a 2.ª B y al año siguiente tengo que descenderlos porque no dan la talla, me pregunto qué pasa. Hablo con los presidentes, les digo que a ver si tienen cuidado al seleccionar sus candidatos, que no es normal subir y bajar en un año, que yo necesito árbitros de garantías… Al final he creído que necesitamos mayor información desde el CTA y para eso me puse en contacto con Rubinos”.
¿Entonces?
“La labor de Rubinos es crear un proyecto para ver a los chavales de la 3.ª división. Exclusivamente a ellos. Cogerse a tres o cuatro por territorial, de entre 20 y 30 años, y hacerles un seguimiento exhaustivo, como hace Medina en 2.ª B. Queremos garantizar que los que vienen al curso de 2.ª B pueden ser árbitros de futuro, que se queden en la categoría y luego, quién sabe, pasen al grupo de Medina. La novedad es que el proyecto de Rubinos implanta la figura del mentor. Cada comité tendrá un número distinto de mentores, dependiendo de cuántos chavales elijamos de cada comité, que vigilarán y apoyarán la trayectoria del chaval. Y pasarán sus informes al comité respectivo y a Antonio Rubinos. Lo que quiero es una cierta garantía de que llegan arriba los árbitros más capaces”.
Por cierto, para futuros aspirantes, la idea del presidente del CTA es la de rebajar la edad máxima con la que se puede aspirar al curso de 2.ª B, quizá hasta los 30 años.
Cambiando de tema, según me va hablando el presidente y oigo los nombres de Medina Cantalejo, Rubinos Pérez, me pasa por la cabeza el nombre de Mejuto González.
“Lo de Mejuto es una pena. Ojalá que estuviera con nosotros, porque es un hombre muy capaz, pero por ahora no es posible. No tengo ninguna duda que en un futuro próximo Enrique Mejuto participará del arbitraje español, pero hoy por hoy no puede ser”.
Y ahí lo deja. Le veo dolido porque le haya recordado este nombre, pero no puedo hacer más. Don Victoriano no es hombre que se deje llevar por el entrevistador, mas bien al contrario. Él habla, explica su proyecto, su visión del arbitraje, pasado y futuro, y permite que de vez en cuando le interrumpas. A veces solo asiente y sigue hablando, y otras tienes suerte y te contesta. Quizá un periodista profesional sabría llevarle a su terreno, pero yo me siento incapaz. Deben de enseñarlo en Periodismo 101. Pruebo a hablar del futuro.
“Lo que de verdad me gustaría, y creo que puede hacerse en un futuro próximo, es que todos los colegiados de primera vivieran en Madrid, incluso, por qué no, en la Residencia de la RFEF. Así estaríamos todos juntos, podríamos comentar los partidos al día siguiente de celebrarse y no dos meses después, como hacemos ahora. Entrenarían juntos todos… En fin, formarían un equipo más compacto”.
Sin duda, esto no deja de ser un sueño, ya que las complicaciones serían mayúsculas: familias, hábitos. Lo que el presidente querría es tenerlos durante una temporada, como si estuvieran en un Mundial o una Eurocopa. Yo no lo veo, pero a él le gustaría. ¿Pero y sus trabajos?
“Profesionalización. Los árbitros tienen que ser profesionales. ¿Sabes algo más? Me gustaría que los árbitros hicieran cursos de entrenador, que aprendan de táctica, de estrategia. Todo lo que sepan sobre fútbol les vendrá bien en su labor como árbitros”.
Ah, que era eso. La famosa profesionalización. Ya es tarde y no entramos a analizar esto, pero yo me sigo preguntando qué pasaría con las familias si se vienen a vivir a la Residencia de la RFEF. En otra entrevista.
Para los malpensandos, el tema no lo saqué yo, sino el presidente.
“El villarato. ¡Qué tontería! Cuando yo llegué, gracias a Villar, me dio todo lo que le pedí. ¿Dinero? Hubo dinero. ¿Médicos? Tuvimos médicos. ¿Un plan de entrenamiento? Lo tenemos. ¿Reuniones en hoteles cómodos con pistas de entrenamiento cercanas? Lo que queramos. ¿Independencia? Absoluta. Villar ha dado a los árbitros todo lo que le hemos pedido. Ahí no tenemos ninguna queja”.
Es verdad que yo no he hablado de Villar, pero el presidente quiere meterlo en esta charla y está en su derecho. Pero aprovechando que el nombre lo ha sacado él, le preguntó qué será de su futuro el año que viene con las elecciones a la RFEF.
“Pues no lo sé, nadie sabe qué va a pasar. Si se presenta Villar, ahora mismo no veo a nadie que puede enfrentarse a él”.
¿Y usted, qué pasaría con usted? ¿Sea quien sea el presidente de la RFEF el año que viene dónde se ve usted?
“Yo tengo en la cabeza quién podría ser el mejor presidente del CTA”.
No. ¿Es una broma, verdad? ¿Tengo al presidente del CTA diciéndome que ya está preparando el cambio? Llegados a este punto, ya me tiro a la piscina y le pregunto por su candidato. Y vuelve a reírse. Ahora ya sé que cuando hace eso es que no me quiere contestar. Aunque lo hace a su modo.
“Es un hombre joven y muy, muy preparado. Le gusta mucho el arbitraje”.
Y ya no le puedo sacar más. Mientras me despedía, buscando desesperado a mi alrededor un puerta donde pusiera Aseos, me parece oír una pista, pero no, creo que se refería a otra cosa, quizá al lugar donde encontrar mi deseada puerta. Un apretón de manos, deseos de mantener el contacto y una última despedida.
“Es un hombre joven y muy, muy preparado”.
Así sea, don Victoriano.
5 comentarios:
En serio, yo para que me cuente eso, que es la misma historia de siempre ni lo hubiera entrevistado.
Claro, Franchi, y te hubieras quedado sin el llavero superchulo con el escudo de la RFEF que me llevé yo.
Muchas palabritas, discurso manido, te vas como llegaste, buen intento, disfruta del llavero
Si es por el llavero te mando yo unos cuantos ...
¿el llavero es tu única preocupación?
eso se llama.....
llevas haciéndolo mucho tiempo y cada vez te leen menos
hala, te lo dice un árbitro de los que viste ese día
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