miércoles, 27 de marzo de 2013

Tengo un sueño

Tenemos un árbitro español que ha estado en 2 Copas del Mundo absolutas (un tercer y cuarto puesto, y una final). El mismo árbitro español ha estado en 2 Copas del Mundo sub-20 (un tercer y cuarto puesto). Sin apartarnos del protagonista, ha estado en 3 Juegos Olímpicos (un partido inaugural y una final). Este mismo árbitro español va a estar en 2 Eurocopas absolutas (unas semis, por ahora), además de algún otro torneo menor de UEFA. En 2007, este árbitro español estuvo en la final de la Copa de la UEFA.

Este árbitro español, por supuesto, es internacional. De hecho, lleva 13 años con la escarapela en el bolsillo izquierdo de la camiseta. Si no parecen muchos (que son una barbaridad), solo hay que compararlos con los 12 de Mejuto González, los 11 de Sánchez Arminio, los 11 de López Nieto, los 9 de Díaz Vega o de García-Aranda Encinar, los 8 de Medina Cantalejo o de Undiano Mallenco... En tantos años de internacionalidad le ha dado tiempo a arbitrar casi 100 partidos internacionales.

Este árbitro español tiene, posiblemente, el mejor palmarés arbitral de todos los árbitros españoles en activo. Y para generalizar a todos los árbitros españoles de la historia, tendría que hacer muchas cuentas, pero por ahí andará. Posiblemente.

Sin embargo, hay un partido que este árbitro nunca ha arbitrado: la final de Copa... de la Reina. Este árbitro (trampas lingüísticas aparte) se llama María Luisa Villa Gutiérrez y es árbitro asistente.

Marisa Villa es del comité castellano-manchego y en mayo cumplirá 40 años. Y se tendrá que retirar. Esta temporada, la última para ella, está encuadrada en la plantilla de árbitros de 2.ª B y, según los estatutos, todo árbitro en esa categoría debe retirarse al cumplir los 40 años. Así es la ley, del fútbol y de la vida.

Marisa Villa ha estado en los partidos más importantes que a nivel mundial puede desear un árbitro. Sin embargo, no ha estado en todos los partidos que, quizá, hubiera deseado estar a nivel nacional. Y me imagino que la final de una Copa de la Reina será uno de ellos.

Estoy hablando de Marisa Villa, porque me he pasado unas horas buscando información sobre ella, pero podría estar hablando de Yolanda Parga Rodríguez, gallega en Madrid, que también es internacional desde 2002 y que ha estado en casi las mismas competiciones internacionales que Villa. Casi. Parga Rodríguez también es árbitro asistente.

Y ya, si hubiera ido para nota, a lo mejor tendría que haberme documentado mejor sobre la extremeña Paloma Quintero Siles, árbitro principal, en la categoría Women First de UEFA y con varios partidos de Champions femenina a sus espaldas, más una final en la Euro sub-19 de 2006.

Quizá, si no fuera tan vago, también tendría espacio en esta entrada la murciana Elia Martínez Martínez, también árbitro y también en Women First, pitando lo que le echen... fuera de nuestras fronteras, incluido algún torneo de categorías inferiores de FIFA o de UEFA (no me pidáis más datos, por favor, no doy más de sí).

Estas cuatro árbitros son un ejemplo perfecto de lo que el arbitraje femenino español tiene que ofrecer. Y ninguna de ellas ha estado nunca en ninguna final de Copa de la Reina.

Podría encender el ventilador y empezar a repartir culpas. Empezando por mí, que en seis o siete años de blog creo que nunca he hablado de arbitraje femenino. Pero, al fin y al cabo, solo soy un aficionado y hablo de lo que tengo afición: del arbitraje... masculino. Lo sé, suena mal. Y me hace sentir peor. No sé si trataré de remediarlo, pero hoy empezaré a hacer penitencia escribiendo largo y tendido sobre ellas.

¿Más culpas? Sin duda, el Comité Técnico de Árbitros; así, con todas las letras. Nada de usar siglas que escondan responsabilidades. El comité, y más concretamente su presidente, Victoriano Sánchez Arminio, podría haber hecho algo más. Y no habría sido un regalo, ni un gesto condescendiente del tipo "ahí van mis chicas". Habría sido algo justo, necesario y normalizador.

Según los estatutos arbitrales, la final de Copa de la Reina solo la pueden árbitrar colegiados desde 2.ª B hacia arriba. Hacia lo más alto, vaya. Esta bien, me parece correctísimo. Igual que la final de Copa del Rey solo la pueden arbitrar árbitros internacionales. Podemos discutir si esta "ley" es justa o no, si habría que cambiarla, pero es la que hay. Además, la final de Copa de la Reina la pitan equipos arbitrales de la federación que acoge esa final.

Sin embargo, Villa Gutiérrez, Parga Rodríguez, Quintero Siles o Martínez Martínez, por nombrar a las ya citadas, no son árbitros de 2.ª B o de Tercera. Son colegiadas internacionales. Con escarapela. Con experiencia. Con conocimientos. No olvidemos que la final de Copa de la Reina la juegan equipos femeninos. Quizá nuestras cuatro protagonistas sean árbitros de 2.ª B o de Tercera, pero lo son en fútbol masculino. En fútbol femenino tienen más categoría que el 99,86% de todos los árbitros españoles. Solo las igualan los 19 colegiados internacionales masculinos, vaya.

Villa y Parga, por ejemplo, están acostumbradas a arbitrar en los mayores foros posibles en el mundo del fútbol femenino. Ahora no me apetece volver a rebuscar datos, pero no creo que mienta si digo que las dos han arbitrado ante treinta o cuarenta mil espectadores en varias ocasiones. En alguna, al menos.

El cuerpo me pide una asistente en una final de Copa del Rey, pero eso no deja de ser una boutade por mi parte, un sueño quizá. Sin embargo, una asistente en una final de Copa de la Reina es obligado. Sobre todo, si tenemos dos asistentes con ese currículo deportivo.

Culpable, por tanto, el CTA (ahora sí, por abreviar), por acogerse a la letra literal de los estatutos y no querer ver más allá ni querer interpretar el espíritu de los mismos: que la final de Copa de la Reina la arbitren colegiados de cierta categoría, formados y con experiencia. Justo, lo que les sobra a nuestras dos protagonistas.

¿Más culpables? Los propios árbitros. Una restricción es que los árbitros sean de 2.ª B para arriba y otra es que sean del comité que es anfitrión de la final. Y no hay otra. Si la final se juega en Galicia, el CTA elige a un árbitro gallego para pitarla. Y ese árbitro se hace acompañar por "su equipo". ¿Tanto le hubiera costado a algún árbitro "liberar" un puesto para alguna de estas monstruos arbitrales, aunque no fueran de su comité? Sospecho que si algún árbitro hubiera hecho esa propuesta a don Victoriano, este no hubiera dicho que no (aunque esto último no lo puedo asegurar: quizás alguno lo propuso y le dijeron que no). Los dos últimos años la final se ha jugado en Madrid, con árbitros madrileños... compañeros de Yolanda Parga, por decir un nombre.

Esta segunda culpabilidad me resulta más difícil de reclamar, porque entiendo la dinámica arbitral. Me nombran para la final y lo primero que pienso es en mis dos compañeros, con los que llevo tantos kilómetros encima, que son casi como hermanos. Lo entiendo, de verdad. Hay que tener una cabeza muy fría en ese momento para que mi sueño les pase por la cabeza a los árbitros designados. Además, ¿por qué pensar en ellas y no en aquel compañero de otro comité que ha estado dos años lesionado y que se merece un empujón?

Como titulo, tengo un sueño: sueño con el día en que una colegiada española arbitre en una final de Copa de la Reina.

Seria justo.

1 comentario:

Fran dijo...

Justo?
Será tu sueño y el de ellas, pero también seguramente sea el sueño de los 120 árbitros de la segunda B y de los cientos que haya en la tercera, porque una final de copa siempre será una final de copa.